Durante la década de los 80’ el cassette se masificó definitivamente.
Como resultado de la llegada al mercado de las grabadoras portátiles de bolsillo y walkman, pequeños reproductores de cassette portátiles con auriculares que permitían al usuario escuchar su música en cualquier momento y en cualquier lugar, y cuyo tamaño no era mucho mayor que el propio cassette.
El usuario podía grabar en una cinta la selección de música que creyera oportuna y llevarla allí donde quisiera. Los modelos de walkman, además, empezaron a incorporar sintonizadores de radio AM/FM, agregando aún más diversidad a lo que un usuario podía programar.
El cassette ayudó a introducir diversos tipos de música underground (rock, punk y heavy metal) a los países socialistas ubicados detrás de la Cortina de Hierro, donde había mucha la represión política y el lavado de conciencias, creando un equilibrio para la cultura occidental entre las generaciones europeas más jóvenes, gracias al “ tráfico de cassettes”.
El cassette compacto, que reinó a sus anchas en toda la década de los 80’, siguió siendo popular hasta que la tecnología digital comenzó a consolidarse en la década de los 90’ (Los equipos domésticos con disco duro, así como unidades CD-ROM y disquetes, hicieron que el uso del almacenamiento de datos del cassette fuera mermando de a poco).